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Pros y contras de las gafas inteligentes de Google Glass

Ya hace unos meses que Google empezó a enseñarnos su Project Glass, las gafas inteligentes que, controladas por voz, nos permiten estar siempre conectados y con las manos libres. El concepto,
que ha ido evolucionado a medida que se iba desarrollando, no se ha escondido en ningún momento: primero se publicaron vídeos en primera persona, después se ha visto a Sergey Brin con las gafas en varios actos, ahora se están acabando las primeras unidades que se venderán por 1.500 euros a los pioneros que quieren desarrollar aplicaciones y, poco a poco, vamos sabiendo más de los planes de futuro de la compañía en este aspecto: por ejemplo, la compañía ha confirmado que Project Glass también estarán disponibles
para los usuarios que lleven gafas graduadas, a pesar de que no llegarán, por lo qué parece, con la Developer Edition que pronto podrán probar algunos de sus primeros usuarios.

La compañía californiana también ha explicado más novedades, esta vez basándose ya no sólo en la herramienta como tal, sino también en algunas aplicaciones. Skitch, Evernote, GMail... ahora es cuando podremos ver qué es lo qué pueden hacer, de verdad, las gafas, y también entender los riesgos. Porque en este caso, las aplicaciones y su funcionamiento correcto serán vitales si Google no quiere que las gafas sean un problema en lugar de una herramienta innovadora.

Lo cierto es que la compañía lo sabe: entre las principales condiciones que tendrían que cumplir las aplicaciones hay, precisamente, el hecho que tienen que estar pensadas y diseñadas específicamente para ser unas gafas: el control y la forma de visualización son completamente nuevos, tanto para desarrolladores como para usuarios, y hay que encontrar como mostrar la información y como permitir la interacción de la forma más sencilla posible. Además, hay un peligro importante: evitar la intrusión. La pantalla estará a menudo ante el ojo, y tapar la vista en determinados momentos puede ser peligroso y molesto. Así que habrá que conseguir aplicaciones que no nos asusten de golpe, pero que nos informen cuando lo necesitamos. El reto, pues, no es sólo para Google a la hora de diseñar las gafas, sino para definir unos estándares adecuados para las aplicaciones.

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